Como profesionales especializados en UX, advertimos problemas de usabilidad donde sea que vamos. Jesse James Garrett afirmó que “La experiencia de usuario como estructura mental es una enfermedad adquirida para la cual no hay cura”. Sin embargo, cuando nos remitimos a lo banal, solemos dar por sentado que algunas cosas son de por sí lo suficientemente buenas, o no logramos ver más allá de hacer unas mejoras superficiales en su utilidad.
Todos hemos experimentado frustraciones a partir de malas decisiones de diseño en lugares como los baños públicos. Desde dispensadores de papel higiénico que están colocados fuera del alcance de la mano hasta sensores de grifos que jamás parecen reconocer nuestra presencia, estas interacciones simples simbolizan un problema endémico que se relaciona con el pasar por alto la experiencia de usuario global. Por medio de varios ejemplos de problemas de usabilidad que se encuentran en las tareas mundanas cotidianas (arrojar una taza de café descartable en el cesto de basura de la calle, usar un baño público o probarse ropa en el vestidor de una tienda), este artículo intenta instar a los profesionales de UX a prestar atención y cuestionar la usabilidad de las experiencias humanas básicas, no sólo de los aparatos más novedosos producidos con la tecnología más avanzada.
La versión completa de este artículo está sólo disponible en inglés.
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